5.12.08

JOE KUBERT: MAESTRO DE MAESTROS


Cuando miramos atrás en la historia de los cómics, podemos diferenciar claramente entre los autores que nacieron para perdurar y los que simplemente hicieron un trabajo, sea este bueno o no. Joe Kubert es una de esas maravillosas excepciones que ha dado el medio, en el sentido de que la pasión, el sacrificio y la entrega que este excepcional artista ha aportado a las viñetas sólo pueden definirse como la obra de un verdadero enamorado de las mismas.

Podemos definirlo como alguien ligado a la industria desde su nacimiento, además de imprescindible para su evolución. El hecho de que Kubert haya pasado por todos los estados de la historia de los cómics: desde las tiras humorísticas hasta la novela gráfica adulta, pasando por los cómics de raiz pulp y, cómo no, los de superhéroes, nos dan una idea de cómo su propio desarrollo como artista es el mismo que los propios cómics han tenido. Demostrando que estamos ante un autor siempre a la última.



Receptivo a las nuevas vías expresivas de cada época y, ante todo, un importante revulsivo para hacer avanzar un estilo que en sus manos jamás ha resultado caduco. Lo suyo siempre ha sido innovar y cambiar de género, porque al fin y al cabo su maestría le daba alas para ofrecer impresionantes dibujos, ya fuera en el género de terror, suspense, westerns, etc… Mejorando y afinando su estilo con los años. Y si tenemos en cuenta que este icono de
los comics comenzó a dibujar desde su más tierna infancia (y que publicó su primera historia a la tierna edad de 12 años), podemos hacernos una idea del desarrollo tan rico en posibilidades de su lápiz. Desde sus raíces como enamorado del estilo de Hal Foster, hasta su explosión como un artista único. Poseedor de un estilo inmediatamente reconocible que ha influenciado a varias generaciones y sin miedo a probar nuevas vías y posibilidades dentro del noveno arte, lo cual le acerca al maestro Will Eisner. Desde la ilustración pura y dura hasta la obra gráfica de autor, pasando incluso por los comics en “3D”, como su mítico “Tor”. La clave siempre ha sido para él incluir ese “algo” extra, que hace que de entre toda la marabunta de dibujantes que han embellecido la historia de los cómics, tengamos que destacar su aportación como la de un maestro.



Si hay algo que siempre he amado de su forma de enfocar la narrativa gráfica es como, a pesar de la época tan temprana en la que empezó a dar forma a los héroes de cómic, el tono nunca ha sido del todo luminoso o agradable. Su Hawkman, su Sargento Rock y su trabajo para portadas de todo tipo de colecciones siempre me ha sugerido una expresividad emocionante, oscura, casi siniestra en su innovador enfoque. Si comparamos su producción en los años 50 con la de sus ilustres compatriotas podremos ver que el señor Kubert parecía ir a lo suyo, jugando en una liga distinta. Y no nos cuesta ningún esfuerzo sentir escalofríos ante el perfecto movimiento físico de sus personajes y el impacto de sus portadas.
Si hay algo que nos sugiere su estilo gráfico es un dinamismo, con encuadres llenos de acción que casi parecen salirse de las viñetas o de la correspondiente “cover”, muchos años antes de que Neal Adams comenzara a revolucionar el medio. Es evidente el mérito del genial Adams, pero está claro que su camino le debe mucho a los primeros rupturistas del cómic de superhéroes, entre los cuales tenemos que situar a Joe Kubert en uno de los más altos lugares de honor. El “As Enemigo” de Kubert fue, obviamente, la principal inspiración de Adams en aquel mítico episodio de su etapa en Batman, “Ghost From The Killer Skyes”, donde vemos a un villano que tiene los rasgos ominosos –aunque nobles- que Kubert supo trasferir al clásico personaje de DC.
Volviendo a mi opinión sobre la “oscuridad” de su propuesta, no tengo más remedio que hacer mención de nuevo a su mítica versión del Sargento Rock (en la que se han tenido que mirar todas las posteriores). Si hay algo que transmite la mirada de este personaje en manos de Kubert es experiencia y desolación. La cara amarga de un veterano de guerra que ha combatido demasiado, pero que continúa en la brecha porque el deber le obliga a ello sin importar el dolor que pueda llegar a sentir en su interior. Quizás el haber servido en el ejército le sirvió al artista para plasmar una realidad bélica nada complaciente con el género. Lo quisiera él o no, el toque siniestro de estos cómics (y otros como “The Haunted Tank”) parecían emanar cierto toque anti-militarista a pesar de sus mensajes, en el sentido de mostrarnos una realidad –la del ejercito- que estaba quizás llena de valientes y hombres buenos, pero que carecía de glamour y compasión. En una época en la que muchos artistas repetían los mismos esquemas, esta modernidad impacta por su cruda desnudez. Y lo mismo podríamos decir de las escenas de acción que salieron de su pluma, vigorosas y con un movimiento casi cinematográfico. La majestuosidad del vuelo de Hawkman alcanzó nuevos niveles de excelencia en sus manos, llevando al lector en un viaje trepidante que pocos artistas pueden lograr transmitir con éxito. Y volviendo a nuestro admirado señor de la noche, no puedo dejar de mencionar su portada para “Detective Comics” # 350. En un año como 1966, con uno de los Batman más pop y amables de la historia, debió suponer un gran impacto ese señor de la noche estilizado y oscuro, de siniestros rasgos.



Con algunos elementos (largas orejas, capa llena de movimiento y sombras) que hasta la llegada de Neal Adams no volveríamos a disfrutar. Una muestra temprana del retorno a las sombras que el cruzado con capa estaba necesitando a gritos y que no se concretaría hasta algunos años después, ya con Adams a bordo. Nueva muestra de que el arte hosco de Kubert, lleno de alucinantes curvas y sombras que parecen moverse, fueron fundamentales en la educación de otros gigantes de la historieta posteriores como John Buscema, Berni Whrightson, Gil Kane, Ernie Chua y tantos otros.

¿Y qué decir de sus dos hijos? Adam y Andy han demostrado lo que significa ser un auténtico profesional de los cómics, alejado de la pose de estrellas de algunos de sus colegas. Cosa normal, teniendo en cuenta la benéfica influencia que han recibido de Kubert padre. Andy tuvo la difícil papeleta de sustituir a Jim Lee en los mutantes de Marvel y desde luego aprobó con nota. Nosotros, fans del murciélago, no podemos olvidar su excelente trabajo en la reciente etapa al frente de la colección titular junto a Grant Morrison. En cuanto a Adam, inolvidable su Lobezno y su corta, pero intensa, etapa junto al excelente Peter David en “Hulk”. Los dos son excelentes dibujantes, eso está claro, pero algo para mí igual de importante es como son dos “profesionales” del género superheroico. En una época en la que un artista joven dibuja tres cómics, dos portafolios y poco más, consiguiendo una fama que le hace dormirse en los laureles, es realmente reconfortante que exista gente como ellos. Verdaderos artesanos llenos de amor por su trabajo, al estilo de clásicos como George Pérez. Y esa profesionalidad les viene, cómo no, de la raíz paterna. Ambos vástagos son parte de una estirpe que ha influenciado, como dijimos, a gran cantidad de dibujantes, no sólo a aquellos con los que Joe comparte glóbulos rojos. Desde los artistas clásicos que antes mencionado –de ahí la definición para Joe de “maestro de maestros”- hasta multitud de autores de todas las épocas y nacionalidades. Sin ir más lejos yo siempre he observado una fuerte influencia de este clásico en Jordi Bernet, uno de nuestros más famosos y laureados dibujantes. Desde luego podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que Kubert es uno de los más grandes maestros espirituales de gran parte del cómic moderno.



Y digo espiritual porque ya sabemos que como maestro “literal” de las viñetas también ha destacado. La fundación de su escuela de cómic para los jóvenes que quieren aprender el medio, es una de las iniciativas más meritorias para la difusión y normalización de un arte que, por desgracia, sigue siendo considerado menor y al que se le resta la importancia que tiene. Pero como ya hemos comentado, Joe Kubert siempre se ha caracterizado por ir a contracorriente. En la actualidad alterna profundas novelas gráficas sobre la guerra (su tema más visitado) o sobre el crimen, como el reciente relato “Ganster judío”, con esporádicas incursiones en el mundo de los héroes de las viñetas. A tal efecto hay que mencionar de nuevo al hombre murciélago y el cómic “Just Imagine Stan Lee creating Batman”, en el que el gran Stan realiza junto a Kubert una historia alternativa del señor de la noche. Sólo por ver juntos a estos dos colosos (la simplicidad tan efectiva de Lee conjugada con el poder gráfico todoterreno de Kubert) ya vale la pena el tebeo.

En definitiva tenemos que sentirnos agradecidos por su larga trayectoria. Por sacudirnos con sus ágiles trazos, por hacernos vibrar con sus escenas de acción, por emocionarnos. Y sobre todo, por entregarse a la pasión de su vida: regalarnos los mejores cómics posibles para que disfrutemos aquellos de nosotros que apreciamos la trayectoria vital y artística de uno de los más grandes autores de la historia. ¡Y por supuesto somos legión!


Miguel Ángel
Rodríguez Gómez

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