En la filmografía de Tim Burton, se hace notoria su predilección por los personajes marginados socialmente, los freaks apartados del resto del mundo. En esta ocasión, Burton aportará este enfoque a los tres protagonistas de su segunda película sobre Batman: El Pingüino, Catwoman y el propio Señor de la Noche. Aunque pueda parecer evidente que la historia pretende hablarnos de la lucha de un héroe contra los villanos, será muy difícil tarea la de establecer la línea que separa el bien del mal en la psicología y motivaciones de estos personajes. En la película, nos será imposible reconocer la presencia de un héroe en el sentido usual del término, y la consideración de ciertos personajes como villanos se diluirá al penetrar en las circunstancias que les rodean.
Los dos a priori villanos, Catwoman y El Pingüino, son al principio individuos rechazados por la sociedad por diferentes motivos, viviendo una existencia con la que se sienten insatisfechos, con la que no son capaces de encontrar su sitio. Pero, mientras que El Pingüino decide trazar un plan para integrarse en la sociedad y ascender a un nivel superior, a costa de lo que sea; Selina Kyle toma la opción de desgajarse del resto del mundo, de descender a lo más profundo de su ser para dar rienda suelta a sus más ocultos instintos.
El Pingüino encontrará apoyo en Max Shreck, el otro villano de la función con quien unirá fuerzas en su intención de ascender a lo más alto del escalafón del poder en la ciudad, empleando para ello cualquier medio a su disposición, sin detenerse ante nada. Shreck es el único personaje que puede ser considerado como un auténtico villano, por el hecho de provocar solamente aversión y rechazo en el espectador. Se trata de un hombre en la cima del poder que no duda en aprovecharse de todos para lograr sus objetivos, sufriendo al final el destino clásico del villano, víctima de sus propios abusos representados por la figura de Catwoman.
El Pingüino, a pesar de su hermandad con Shreck, es percibido de otra manera por el espectador, inspirando sentimientos de lástima hacia un grotesco individuo que ve impotente y furioso cómo sus objetivos se desmoronan por la acción de una sociedad cuyas normas creía poder conocer y manipular en función de sus deseos. Al final, todo se le escapa de las manos y decide furioso destruir aquello a lo que tanto ansiaba pertenecer y liderar. A pesar de lo diabólico de sus métodos, este proceso puede recordarnos a nosotros mismos y a lo que el ser humano puede ser capaz de hacer dominado por una ambición que acaba levándole a la perdición. La renuncia de El Pingüino a la condición humana que en principio tanto reclamaba supone la metáfora sobre quien se aventura decidido a cambiar algo que al final observa desilusionado cómo permanece inmutable por la acción de ciertas constantes universales no escritas.
El caso de Catwoman es bien diferente. Su frustración y angustia existencial por intentar llevar una vida digna que le es negada, le lleva a decidir su completa separación del resto del mundo. Todas las inhibiciones y limitaciones que en ella ha establecido la sociedad saltan por los aires para dar paso a un nuevo ser que no dudará en liberar sus más profundos instintos. Selina Kyle no era más que una prisión que escondía la explosión de libertad que supone Catwoman.
Así pues, Catwoman encontrará en Batman su alma gemela. Ambos personajes trascienden su condición humana para dar lugar a algo primario, instintivo, menos que humano; y a la vez poderoso, sobrecogedor, más que humano. Sus aspiraciones de pertenencia a la sociedad les han sido arrebatadas por las circunstancias que les han rodeado, propiciando la salida a la luz de nuevas personalidades que culminan sus esfuerzos por apartarse de un mundo que les resulta hostil. Sus identidades civiles son ya meros cascarones débiles y temerosos que albergan en su interior auténticas fuerzas de la naturaleza que representan un intento de trascender y superar las anteriores limitaciones.
Este Señor de la Noche actúa movido por la tragedia y la obsesión hacia el único destino que le es posible: cazar criminales como los que mataron a sus padres, en un vano intento por mitigar la culpabilidad que le corroe y le hace salir a las sombras cada noche en una extenuante lucha sin fin. En su primera aparición en la película, le vemos esperar meditabundo y torturado hasta que la señal del murciélago le ilumina y se alza resuelto y decidido hacia ella para retomar una vez más su misión, que vemos cómo constituye lo único que le hace sentir vivo. Su cruzada se configura como una necesidad vital, algo nacido de la anulación de todo el resto de su ser que le resulta doloroso e incómodo, algo muy alejado del habitual ideal heroico.
Al final de la historia , Batman intenta hacer comprender a su alma gemela que ambos son iguales, representan las mismas cosas, en ambos se esconden “dos caras, dos verdades”; son seres dolorosamente escindidos en dos mitades irreconciliables.
Pero un desenlace feliz era imposible en este circo de monstruos ambientado en una ciudad de pesadilla, y los dos se verán al final condenados a la oscura soledad en que sus traumas y conflictos internos les han sumido.
Por Jorge González Román
BATMAN 70 ANIVERSARIO PORTADAS